¿Cuántos han padecido en el intento por primera vez recorrer el temor entre la punta de las ideas y la piel?, común es padecer angustia pero hay que saber manejarla, manipularla al extremo placer. El intento citará hasta dónde es que debe llegar el artista de la palabra. El fin justifica los medios, pronunciaría algún anfibio con antenas, las obras literarias son el sustento del devenir existencialista de nuestros tiempos. La expansión por dimensiones creatiavs, la suspensión en el espacio en blanco para convertirse en el barranco de recitales representados por la lírica.
El compromiso latente por los autores de divulgar entre las escamas y laberintos de las letras la difusión de sus textos. El mundo no puede ser más surrealista de lo que es, pero el escritor y aún más el arma secreta que apodera su imaginación puede destilar por partes los elementos del constante deambular insinuando desfiles de criaturas que presumen ser quizá humanos o humanos que presumen ser criaturas o quizé lugares con toques de insinuaciones donde el retorno queda a la vuelta de la esquina o tal vez recobrar el asombro ante la muerte. Ciudades con letargos tercermundistas, metrópolis industrializadas, el escritor tomará bajo su propio riesgo la historia que le venga en gana.
Las historias cosechan versiones que los ojos cotidianos no pueden detallar, ahí es donde el instante florece en la metamorfosis de la captura se hace toda una peregrinación. El corregir, el borrar, el detallar, el señalar, el acomodar, la estructuración, el análisis, el control hasta tener una confrontación con los parámetros regidos por la estética que apruebe la creación intelectual y literaria.
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